sábado, 29 de octubre de 2011

San Lorenzo: Abdo tiene relación con la barra. El arreglo es por cash, ropa y 500 entradas por fecha.


Por temor, conveniencia o comodidad, el presidente tiene relación con la barra. El arreglo es por cash, ropa y 500 entradas por fecha. El contacto, los roces, la estructura...

"¿Si conozco a la barra? Conozco a gente que es hincha de San Lorenzo, no sé si son barras. De vista”. Carlos Abdo, Olé , 22/10.

“San Lorenzo, a través de su Comisión Directiva y del Tribunal de Honor, va a dictaminar -en el caso de que se identifique a los culpables y que ellos sean socios del club- una medida ejemplar hacia ellos”. El mismo Abdo, en la alocución en Hindú del jueves.

Aunque se ufane en imponer desde el discurso que su contacto más profundo con la barra brava del Ciclón fue la recomendación de Sandokán, el jefe, de un constructor afín para que participe de la licitación en la obra del nuevo camping, el presidente conoce a los personajes que el miércoles irrumpieron en la práctica cerrada (hasta para socios) en la Ciudad Deportiva, apretaron al plantel y agredieron a Jonathan Bottinelli. Por comodidad, por conveniencia, por temor, por evitar conflictos; lo concreto es que, al asumir, Abdo aceptó la relación, quizás hasta la subestimó, la creyó más sencilla. “Yo me encargo”, aseguró, siempre tendiente a cargarse de responsabilidades, según alguien, por entonces, muy cercano al timón. Desde allí, el arreglo fue bajarles 500 entradas y un dinero fluctuante por semana, además de indumentaria para vender que, en los primeros meses, era entregada de forma burda, en bolsas, a la vista de periodistas y satélites de los jugadores, tras los partidos. Hasta hace dos meses, el encargado del pasamanos era el Gordo Adrián, un allegado a la dirigencia que trabajaba en la provisión de ropa oficial del club.

Los primeros pasos de la relación no resultaron, precisamente, armónicos. Durante el torneo de verano, en ocasión del clásico en Mendoza ante Racing, la barra entró tarde al Mundialista, colgó las banderas al revés, y le dedicó un puñado de cantos hostiles al presidente que, a pesar de que el Ciclón con el 0-0 había quedado cerca de alzarse con la Copa cuyana, se mostraba muy ofuscado en la zona de vestuarios. “¿Quiénes se piensan que son?”, mascullaba, mientras esperaba a que Ramón Díaz y compañía se terminaran de bañar. ¿Qué había pasado? El dinero entregado, evidentemente, no había sido invertido debidamente en el transporte, que no tuvo la mejor idea que mancarse en el camino. Entonces, los muchachos llamaron a Abdo en busca de otro auxilio económico. El bonus no marchó: de ahí el enojo. En los diez meses de gestión se habían dado algunos episodios de alarma con la barra antes del cruce cumbre. Durante el Clausura, un barra de segunda línea había increpado a Tula luego de un match en el Nuevo Gasómetro. El día del gag por la charla de Abdo y Sandokán por la supuesta licitación, el propio Sando había tenido una conversación con los referentes “para apoyar”, hecho que él mismo se encargó de difundir, hasta por radio. Y hace unos días, el grupo violento discutió feo, también en la Ciudad Deportiva, con el vice Jorge Aldrey, quien estaba presente en la jornada del desastre. Esa tarde lo acompañaba Roberto Navarro, ex directivo mielista al que se le adjudica participación en una apretada a Walter Perazzo a fines de los 80, y a quien se lo señala como próximo cuadro rentado en la Intendencia.

La barra cuerva ya traía peso desde el ocaso de la gestión Savino, primero con el Gordo Ito, tras el Mundial de Sudáfrica, ya con Sandokán. En esa época, el joystick de los muchachos lo manipulaba la Intendencia. Llegaron a guardar los trapos en el estacionamiento de los jugadores, a la vista del mundo, apenas protegidos por dos vallas y una lona. En el inicio del abdismo, los han trasladado hasta en un camión de caudales. Muy chic. El caso Botti sólo roció de luz una realidad.

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