Entre los jugadores hay poco feeling. Varios apenas se saludan y/o ni siquiera se pasaron los teléfonos. ¿Y los referentes? Separados...
Lo adelantó Asad: “Acá no vengo a ser bueno con todos, sino a sacar a San Lorenzo adelante”. Lo amplió Gigliotti: “Yo no llego a un club para hacer amigos, sólo trato de hacer lo mejor en la cancha”. “Afuera de la cancha nadie es amigo de nadie. No salimos a comer ni nos juntamos en la casa de alguno. Cuando terminan los entrenamientos, cada uno se va a su casa y a otra cosa”.
Sin ser tirante, la relación entre los jugadores de San Lorenzo es mínima, casi nula. No se estilan las bromas en el vestuario ni las salidas en grupo. Apenas se comparten las tres horitas de práctica en la Ciudad Deportiva y no mucho más. Incluso, ni siquiera existe demasiado diálogo entre los referentes. “En estos días tan movidos, después del lío con la barra y de las peleas entre nosotros en el vestuario, quedamos en que teníamos que tirar todos para el mismo lado, pero sigue siendo es al revés: cada uno tira para uno distinto, el de cada uno. Y puede ser que influya en nuestra conexión durante los partidos. Tendríamos que corregirlo”
Y la fuente no miente. Salvo los más chicos, que se conocen de Inferiores, el resto, históricos y refuerzos, nunca logró homogeneizarse. Incluso, hay varios que apenas se saludan al llegar al entrenamiento.
Igual, también es cierto que la relación se desgastó con el paso del tiempo y de los hechos. Apenas arrancado el campeonato, Néstor Ortigoza organizó un asado para todo el plantel en su casa, pero el feeling duró poco. Incluso, varios ni se pasaron los números de teléfono al día de hoy.
Es más: ni siquiera es que existen dos o tres grupos definidos, como suele suceder en otros planteles. Ya no corre aquello del grupo que responde a Migliore y el que obedece a Bottinelli. En Boedo, cada uno va y viene con su auto, “y se lava la cabeza con su shampoo”. Así, va a ser un poco más difícil conseguir evitar la Promoción...
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