Quema demasiado. Y hay que pensar con calma incluso con los pies dentro de la sartén. Por las dudas, que se entienda de entrada: por ningún motivo Américo Gallego debe irse de Independiente porque en este momento no hay nadie mejor que él, pero sí sería bueno que, sin demora, revisara actitudes. Cierto cambio tendría que verse hoy mismo, cuando los Rojos se midan con Vélez, justo el mejor armado, en la segunda fecha de un torneo Final que le puso los obstáculos más grandes en el comienzo. Newell's ya le dio un empujón. Ahora, en el medio, está el último campeón. Y la semana que viene se verá las caras con Racing. Calma. Se les pide tranquilidad a los jugadores. Mesura. Se le reclama paciencia a la gente. Prudencia. Se les exige pasos medidos a los dirigentes en la lucha con la barra brava y en la relación con la AFA. ¿Y al entrenador? Es cierto que el Tolo construyó buena parte de su exitosa carrera sobre el temperamento, las decisiones fuertes y la vehemencia. Pero hoy Independiente precisa otras virtudes que, seguramente, encontrará por el bien del equipo y que, por decantación, lo llevarán al regocijo propio.
Ahora, cuando Independiente parece mareado, se precisa mente fría. Nada de exaltar los ánimos al costado de la cancha ni de gestos explosivos. Menos de reclamos que, por justos que suenen, podrían terminar con el entrenador en el vestuario antes de tiempo y con el público de la platea como un lobo encerrado. Eso pasó ante Newell's y aunque los Rojos tuvieron situaciones favorables dentro del partido, seguramente, la tensión del director técnico repercutió en los jugadores. Falta mucho para el final y, pese a que por ahora no aprovechó ninguna, Independiente tendrá más oportunidades para escaparse del descenso. Eso sí: no tendrá que generarse un problema a sí mismo. Y, a veces, Gallego, intocable para los hinchas, está al límite. Desde una palabra hasta una rabieta en el mismo partido. Desde un grito desmoralizador para uno de sus dirigidos hasta un zamarreo propio de otros tiempos, como ocurrió con el joven Fabián Monserrat el año pasado, en el 2-2 con River.
El temperamento fuerte también se deja en claro con buenos modos, sentado o en silencio. No hacen falta los excesos para demostrar autoridad o para intentar una reacción. De los momentos más delicados se sale con la mente fría. Gallego es inteligente y lo sabe, pero falló, por ejemplo, al no haber bajado la orden para que Ernesto Farías no pateara el penal con Newell's. El Tolo ya no debería apegarse a los arrebatos porque Independiente precisa respirar profundo para cortar la agitación.
Fuente: Cancha Llena
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